Existen muchos tipos de organizaciones, pequeñas, medianas, grandes, corporaciones, familiares, industriales de servicios entre muchas más. Sin embargo todas tienen algo en común: todas quieren ser exitosas, además de todo un paquete de misión, visión y valores los cuales van enfocados al giro y madurez de la empresa.
Peter Senge, ha propuesto un modelo basado en organizaciones inteligentes en donde analiza las disciplinas que rigen a todas las organizaciones que han logrado el éxito sostenido y las ha llamado organizaciones inteligentes. Por lo general, las organizaciones tienen 4 disciplinas que las lleva al éxito, pero Senge presenta una quinta la cual brinda el éxito sostenido, siempre y cuando se practique continuamente las cinco disciplinas.
El día de hoy analizaremos la primera de ellas: El dominio personal.
Cuando pensamos en dominio podemos pensar en la dominación que un ente tiene sobre otro, o el dominio que una persona ejerce sobre otra. Es decir, el dominio nos expresa autoridad. Sin embargo también se refiere a una habilidad: el dominio de un idioma por ejemplo; o el dominio que un artesano tiene sobre el barro para lograr sus piezas; sin embargo no ejerce o impone “dominación”.
Sucede de igual forma en las personas, al tener dominio de sí o personal, las personas logran controlarse y enfrentar la vida de una manera distinta de las personas que no cuentan con esta habilidad. Una persona que con dominio de sí se abstendrá de decir todo lo que piensa, sino que antes de expresarlo lo analizará y elegirá los mejores argumentos y callará aquellos que son innecesarios o irrelevantes.
El dominio personal permite aclarar y profundizar continuamente la visión personal, enfocar las energías, desarrollar paciencia y ver la realidad de manera objetiva en cualquier circunstancia.
El dominio de sí es una habilidad extremadamente necesaria en cualquier organización de cualquier tamaño y de cualquier madurez. La capacidad y los deseos de aprendizaje en una empresa nunca serán mayores que los de sus miembros. Sin embargo, son pocas las organizaciones que alientan a sus miembros a buscar su crecimiento en todos los ámbitos, lo cual vuelve a las organizacions incoherentes y por tanto no se dominan a sí mismas, puesto que se elige a quienes consideramos la mejor persona para determinado puesto, sin embargo al no fomentar su desarrollo ni su crecimiento tanto personal como profesional estamos estancando a la persona y encerrándola en un ambiente mediocre; hemos desperdiciado todo el potencial que esa persona prometía para la organización.
Las personas ingresan como individuos brillantes, cultos y entusiastas, con grandes ánimos de generar cambios positivos. Sin embargo si olvidamos fomentar este desarrollo, los miembros pierden interés y sólo se enfocan en sí mismos o sólo esperan por el fin de semana. Han perdido el compromiso, el sentido de misión y esas ganas que les caracterizaban al inicio de su carrera.
Son muy pocas las personas las que en verdad se preocupan por desarrollar el dominio de sí. Hagamos un breve ejercicio: preguntemos a algún adulto: ¿qué es lo que quiere de la vida? La mayoría se enfoca en lo que quiere quitarse (kilos, deudas, preocupaciones, problemas, etc.). Después quizá mencionen lo que quieren obtener (ganar más dinero, una casa más grande, mejor salario, etc.) Pero realmente nos olvidamos de pensar en lo que realmente importa; hemos perdido la visión tanto como personas y como empleados o empresarios de lo que realmente nos importa, hemos perdido el dominio de nosotros y somos incapaces de mayores aspiraciones verdaderas.
Para lograr el dominio de sí, debemos priorizar y poder separar: las conexiones entre aprendizaje personal y organizacional, los compromisos recíprocos entre individuos y organización, así como individuos y familia y sociedad; y el espíritu especial de una empresa constituida por miembros capaces y deseos de aprender todos los días.