La empresa es un conjunto de personas que se reúnen para trabajar en conjunto y lograr un objetivo en común. Sin embargo, modernamente las empresas han ido evolucionando a formar conjuntos o agrupaciones de personas que trabajan individualmente para lograr el objetivo de alguien más.
Entonces, surge la cuestión en la que nos preguntamos: dentro de la empresa, ¿soy una persona o un número? ¿soy un ser humano racional o un ser operante que genera dinero? Se pensará que la respuesta es que soy una persona, ser humano racional. No obstante no todas las empresas lo ven así. Para lograr esto tenemos que definir primeramente, ¿qué es una persona?
Boecio nos da la siguiente definición: substancia individual de naturaleza racional. Esto significa que el ser humano es el único capaz de razonar y adaptar su ambiente a la realidad que vive y observa.
Partiendo de esta definición, la empresa al ser formada por personas debe comprender que la diferencia o el plus es que estos humanos cuentan con inteligencia y voluntad. El hombre goza dominio sobras potencias a las cuales los animales sólo se ven sometidos. Es decir, el hombre tiene un ansia de trascendencia infinita; es decir que el hombre busca trascender en todos los aspectos siendo uno muy importante el laboral.
Carlos Llano Cifuentes en su libro, Dilemas éticos de la empresa contemporánea nos dice: “Conformar una empresa sin partir de una idea del hombre como hombre que es equivale a privar a la empresa de una orientación clara y de una finalidad determinada.”
En palabras menos filosóficas; una empresa debe primeramente reconocer que trabaja con personas, las cuales cuentan con habilidades de raciocinio, voluntad e inteligencia, las cuales no pueden y no deben ser minimizadas a un número o a una calidad de animal. Las personas en conjunto lograrán los objetivos de la empresa y la empresa misma debe reconocer que por medio de esas personas ha logrado estos objetivos y debe recompensarles justa y equitativamente por estos logros.
@ceciliaeinstein