Hay tantas maneras de definir a Octavio Suárez (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) como facetas en su vida, pero todas se quedan deliciosamente paticortas ante una personalidad tan enorme. Así que partamos de un hecho demostrado: la pupila de su ojo derecho es más grande que la pupila de su ojo izquierdo.

Sucedió en su época de publicista, hace una década. Hay una fase del sueño donde los ojos se mueven a gran velocidad, que se llama fase REM, de rapid eye movement. Ahí fue, debido a una altísimo estrés según el doctor. A partir de entonces se replanteó algunas cosas en su vida.

Hace dos meses, en un despacho en Madrid, un señor millonario y seco como la mojama le acribillaba a preguntas durante tres horas. Actualmente es el principal inversor externo de Owl Systems, el proyecto de tecnologías educativas que Octavio puso en marcha. Las lágrimas se le saltaban de la emoción con el ok al término del interrogatorio. Al llegar a casa se rapó la cabeza cumpliendo la promesa que se había hecho a sí mismo.

Octavio es ese tipo que se cortó la melena. Es de los pocos mortales que tiene una foto con un monje budista en la sede de Google, en California, en la imagen. Es un hombre que quiere comprarse un hidroavión.

“Es la mayor sensación de libertad que se puede tener en la vida -comenta-. Cuando lo hablaba en España me decían, ‘tú flipas’, pero antes de saber que están restringidos a la extinción de incendios. En San Francisco lo dije y enseguida: ‘¡Pues tengo un amigo que vende hidroaviones! ¡Y nos vamos a ir al lago tal…! ¿Cuándo te lo vas a comprar?’. Y dije, hostia, esto es lo mío. Que me dejen vidilla, que me dejen crear”.

Otra definición la ofrece él mismo. “Soy una persona sin un talento especial. Pero cuando veo alguien que lo tiene, me pego a él”. Los que le contrataron en Madrid como formador de equipos de alto rendimiento para proyectos tecnológicos (un experto en el sector, un comercial y un relaciones públicas al menos, primero van por separado y luego se juntan) también debieron verlo así.

Octavio SuárezAsí que dejémonos de profundidades y quedémonos con lo evidente: Octavio Suárez es un tipo que sonríe y que es feliz con lo que hace.

Cómo acabó en EEUU tuvo que ver con la España que promete mucho y paga poco. Así que tradujo al inglés su invento para gestionar stocks de vino, y en solo cuatro días de reuniones se lo compraron en unas bodegas californianas. Con el dinero de la venta de un negocio anterior se fue a San Francisco. Así llegó a la meca de la innovación y, como pez en el agua, terminó de explotar su creatividad.

“Yo creo que me vendo muy bien -explica-, y como me gusta lo que hago, no me importa echarle horas. Y los americanos flipan con un perfil que hace de todo, que saca fotos, qu hace retoque fotográfico, un powerpoint, un plan de negocio, instructor de buceo… Aquí [en España] me dicen que eso es ser un tío disperso, pero allí les encanta”.

Aunque vivir en San Francisco es carísimo -1.200 euros por una habitación en piso compartido- decidió quedarse. Se enamoró y se fue a vivir en pareja. Un fondo de inversión le contrató pagándole en especie porque no tenía la visa de trabajo. De repente se sentía valorado profesionalmente. Pero hay que tener cuidado.

“Llegas a casa todos los días con cinco proyectos en la cabeza. Te reúnes con amigos, hablas de un proyecto y al día siguiente tienes un email con un documento resumen. Lo firmas y ya estás metido. Y la gente se lo toma en serio. Es que allí o tienes dinero o estás muerto”, asegura.

Owl Systems, aplicaciones para el sector educativo

Un día llegó a sus manos un artículo de Steve Jobs. En él decía que la gran olvidada de la tecnología era la educación, y ahí se le abrió ‘una ventanilla’.

“En el mundo entero está surgiendo la tecnología en educación. Y de 98 padres con los que hablé, todos dijeron que pagarían por un sistema que les permita comunicar con los profesores”, explica. Entonces se desvinculó del grupo de trabajo y se dedicó a esto para firmar un acuerdo con Samsung como partner tecnológico y la catalanaClickedu como su primer cliente.

“Me di cuenta de que tenía un producto tecnológico muy potente, pero tenía que luchar por precio y sin el dinero necesario en una competencia muy fuerte, con poco margen para desarrollar tecnología. Hablé con el director de Clickedu y le dije: ‘Te ofrezco toda esta tecnología y utilidades y te convierto en la plataforma número uno de España’. Me dijo que sí, y ahí fue cuando me di cuenta de que me podía convertir en una empresa de I+D externa”.

A partir de ahí, a todas las demás que llamó le dijeron que querían una reunión. Paraguay, Chile, Uruguay, Perú, Argentina, México, Panamá, Brasil… “El crecimiento lo tengo muy fácil porque tengo un modelo Bussiness to Bussiness (B2B), y me gusta porque me considero buen comercial. A lo mejor no lo soy tanto, pero como me lo considero, soy muy echado para adelante. Y somos baratos, por un colegio de 200-300 alumnos cobramos 1.500 euros por las máximas utilidades de nuestro sistema. Hemos vendido el 20% a un inversor gracias a la ayuda de Vía Consultores, y de aquí a unos meses terminamos nuestro primer producto”.

Y la posibilidad de trabajar con el Departamento de Defensa de EEUU, que gestiona los colegios de militares.

“Un ex marine de la embajada de EEUU en Madrid me dijo que no sabe nada de lo que ocurre con su hija, porque su ex mujer no le pasa ninguna información. Y que si eso le pasa a él, le pasa a todos los soldados americanos repartidos en el mundo. Primero no le hice caso porque pensé que me quedaba muy grande. Pero vi que iba en serio y le metí dentro de mi empresa”, comenta.

“El éxito ha sido mi socio, especialista en cloud computing que ha hecho un cerebro en la nube donde tenemos todo y nos ha permitido ser compatibles con cualquier sistema. Si algún día haces un artículo sobre quién es tu socio perfecto, ese es Carlos Mecha”.

Por: Carlos Guerra || La Caja Abierta

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