Escritores, políticos y empresarios posan en decenas de retratos en blanco y negro en la primera agencia de conferenciantes de España. “Son thinking heads, cabezas pensantes. Gente relacionada con el campo del conocimiento y del saber”. El que habla es Daniel Romero-Abreu, creador y presidente de la empresa con el mismo nombre (Thinking Heads) y que ya cumple una década.

Su habilidad para la buena organización le impulsó a montar eventos, ciclos de conferencias y seminarios tanto en la universidad en la que estudiaba como en el colegio mayor en el que residía. Con 23 años, Romero-Abreu ya tenía su primera empresa. Al preguntarle por el elemento innovador de su negocio, rápidamente coge un bolígrafo y un papel de la mesa y entre flechas y círculos que garabatea, explica su trabajo: “Nuestro cliente es el conferenciante”. Este concepto le ha convertido en un pionero mundial que ocupa un puesto de dirección en la Asociación Internacional de Speakers Bureaus, siendo el más joven de la institución y el único de habla no inglesa. ¿Su secreto? “Un cambio de foco”, afirma con rotundidad.

Desde Thinking Heads representan a personalidades conocidas a las que asesoran en sus charlas programando sus contenidos. “No trabajamos para personas que quieren venderse. Los clientes normalmente no quieren dar conferencias pero tienen muchas solicitudes para hacerlo. Nosotros les gestionamos esas invitaciones y les buscamos los eventos más adecuados”, dice su precursor. Su empresa constituye un modelo integral de gestión que, a día de hoy, no existe en otro lugar.

Son promotores de una metodología única que se conoce como el mercado de las ideas: “Consiste en convertir a alguien en un referente y aumentar su influencia y rentabilidad en base al conocimiento que brinda”.  Para lograr ese posicionamiento personal, Romero-Abreu pide a sus clientes una propuesta de valor que demuestre que su mensaje es interesante. “Intentamos identificar las virtudes y desarrollarlas”, explica. El problema de las charlas espinosas es, según el emprendedor, que se habla para los ponentes y no para el público. “Les falta autenticidad y espontaneidad”, añade quien destila estas dos cualidades de forma natural.

Muchos de sus clientes como Luis Rojas Marcos o Felipe González escriben libros de emprendimiento, coach e incluso biografías que exponen en unas baldas de la oficina como auténticos tesoros. A todos ellos les ayudan con la comunicación y la gestión de derechos para aumentar su notoriedad o rentabilidad. Para ello, realizan un exhaustivo trabajo basado en la observación y la innovación.

Y es que Romero-Abreu considera que lo importante no es el resultado, sino el proceso para llegar a él. “El éxito no es una meta sino un camino”, dice mientras vuelve a coger un papel y dibuja una larga línea. “Yo me encuentro aquí, en los inicios del recorrido profesional que persigo. La gente busca un fin y se olvida de disfrutar del camino. Cuánto más ayude la empresa a la gente, más beneficio tendrá”. En su caso, entiende la conferencia tan solo como una consecuencia del trabajo bien hecho. Más de 5.000 eventos con su sello avalan esta eficiencia.

 

Por CAROLINA GÓNGORA

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