Tal vez la palabra soborno suene solo para casos de crimen organizado o incluso para películas, pero ¿qué pasa cuando este término llega a los negocios, cuando llega a nuestro negocio?

Tal vez cuando intentamos crecer como organización y buscar a los peces gordos en el mercado, el simple hecho de presentarte como el mejor en tu campo o mostrar casos de éxito no es suficiente para cerrar alguna cuenta grande la cual te ayude a posicionarte en el mapa y obtener curriculum.

Lograr grandes proyectos es todo un reto, especialmente cuando eres una micro, pequeña o mediana empresa; también es una gran reto el poder presentar con una excelente audacia tu trabajo hacia tus clientes; pero antes de llegar a ello o para conseguir firmar, ¿Qué tanto debes “consentir” a esos prospectos? ¿Cuánta consideración les debes tener?

Es muy común que proveedores envíen regalos a sus compradores después de la compra o cierre de negocios importantes, sin embargo siempre queda latente la verdadera finalidad del regalo. Si bien en ocasiones los detalles no son más que simples detalles, en otras cuestiones van enteramente destinados como sobornos, la responsabilidad cae sin embargo en quién decide tomar o no la decisión.

Es muy común por ejemplo los típicos regalos de principio de año, la agenda o el calendario que muchos proveedores envían a sus clientes; sin embargo compañías como Kuehne&Nagel, tiene una compañía de cero regalos en donde si el cliente va a contratar sus servicios es por la calidad de los mismos y no por la cantidad de regalos que envían a sus clientes.

De igual forma, otras empresas implementan prácticas en donde no se permite recibir regalos de ningún tipo; en otras se delimita el valor que puede tener el regalo, esto para evitar las malas prácticas y los sobornos.

Sin embargo, los sobornos son más comunes en las esferas de Gobierno, en donde al determinarse la asignación de proyectos, se ven involucradas grandes cantidades de dinero en virtud de la obtención del mismo; algo así como un “ayúdame a ayudarte”.

Pero entonces, ¿de quién es la culpa? ¿de quien pide el soborno o de quien lo ofrece? Éticamente ambas partes están mal puesto que al dar u ofrecer un soborno se toma ventaja sobre los demás competidores de manera incorrecta, dejando en desventaja a quien si cumplía con todos los requerimientos, lo cual eventualmente puede resultar en trabajos pobres o mal hechos.

En un estudio realizado por el Doctor Francisco Ertze Encinas sobre la responsabilidad social, encontró que en el largo plazo las empresas que se negaban a los sobornos, resultaban más competitivas y de igual forma aseguraban su supervivencia, mientras que las que sí dieron sobornos, en el corto plazo se vieron beneficiadas, pero no aseguraron ni su rentabilidad, competencia o sobrevivencia en el largo plazo.

De acuerdo a estos beneficios a corto plazo, muchas empresas se han visto envueltas en esta clase de actividades; en algunas esferas parece necesario el tener que recurrir al soborno para poder triunfar; de igual forma algunos empresarios lo ven como una realidad, como un mal necesario y buscan ser favorecidos para posicionarse en el mercado o dar a conocer su marca y que su organización salga a flote.

Sin embargo, paso a paso podemos cambiar el panorama;  a ti empresario ¿te ha tocado vivir alguna situación similar?

@thechonchos y @ceciliaeinstein

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