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Emprendedor, hoy a contarles tres historias: A mediados de la década de los setenta, un joven de la India cursaba sus estudios en electrónica en una escuela pública. Quería estudiar Ciencias Computacionales, pero la universidad de la ciudad donde habitaba no contaba con este programa, así que decidió estudiar electrónica. Estudiar una carrera profesional no es fácil, y particularmente una ingeniería. Sin embargo este jóven salió adelante y, teniendo en mente su idea de estudiar Ciencias Computacionales, viajó a Estados Unidos para cursar una maestría en esta disciplina. Pero no paró ahí, al terminar decidió estudiar un MBA. Después de una formación profesional y dos maestrías estaba listo para comenzar su verdadera carrera, una carrera que lo llevaría a la cima; una carrera que, gracias a sus estudios no tuvo que comenzar desde abajo.

Por el mismo tiempo que el joven de la India cursaba su carrera en ingeniería, del otro lado del mundo un joven de aspecto desaliñado entraba a la universidad. Sus padres, quienes realmente lo habían adoptado, hacían un esfuerzo por darle una educación profesional. No era fácil para él, tal vez no era lo que quería. Se enroló por seis meses en varias clases, pero la única que le interesó de cierto modo fue una clase de caligrafía. La universidad no era para él, no le hacía falta y, por extraño que pareciera, le interesaba más mirar las tipografías de los carteles universitarios. Por aquellos tiempos era amigo de otro estudiante, alguien igual o poco más extraño que él. Ambos compartían cierto gusto, o tal vez una profunda pasión, por lo que la gente llamaba computadoras. Por aquellos tiempos las computadoras eran objetos extraños, difíciles de comprender, que solo unos cuantos usaban y que solo unos pocos lograban programar. Pero este par de amigos estaban en este selecto grupo de hackers, pensaban que un día habría una computadora en cada escritorio… Eso pensaban. Comenzaron a trabajar en ello, a seguir su sueño, y cuando fue momento de pensar en un nombre para su nueva empresa – por aquel tiempo la palabra startup no estaba de moda – el joven amante de la caligrafía recordó los tiempos de su infancia en la granja de un amigo… Al parecer la inspiración puede venir de cualquier lado.

A mediados de los noventa, mientras el joven de la India daba sus primeros pasos en una poderosa compañía que acababa de recibirlo en un importante puesto, y mientras que los otros dos amigos comenzaban a hacer realidad su sueño de poner una computadora en cada casa, otro par de amigos trabajaban en su tesis de doctorado en una prestigiosa universidad de Estados Unidos y un eminente académico mexicano los asesoraba en su proyecto. Para estos jóvenes, el internet – que comenzaba a invadir al mundo entero – era una realidad, una vasta realidad, un mundo y un océano… y alguien debería de ponerlo en orden. Tal vez ellos pudieran, tal vez un algoritmo pudiera hacer el trabajo. Esta era una idea audaz, innovación en sus tiempos, una falacia pensaban otros, un reto sin duda, un sueño hace veinte años pero que hoy es casi tan cotidiano como el encender una luz o como poner en marcha un automóvil.

Estas fueron las historias. Las tres son tan solo breves y modestas reseñas de largas e inspiradoras historias de éxito, cubiertas de frases célebres, de pasajes y de episodios de alegría y fracaso. ¿Tienen algo en común? Tal vez que todas siguen contando sus días en Estados Unidos, o que todas se relacionan con la tecnología y el internet.

¿Algo más? Difícilmente. Las historias de estos personajes fueron muy diferentes. El personaje de la primera historia comenzó modestamente en un país en vías de desarrollo, lejos del mundo de la tecnología pero terminó, después de dos maestrías y de un arduo trabajo, como CEO de la empresa que le dio una oportunidad. Los amigos de la segunda historia amaban las computadoras, y la visión de uno de ellos cambió el panorama mundial de estas y de otras industrias, de forma radical y disruptiva; todo eso prácticamente sin haber puesto un pie en la universidad. Los estudiantes de la tercera historia culminaban su formación con el grado académico más alto y en una de las mejores universidades del mundo cuando decidieron cambiar al mundo.

Estas historias siguieron caminos diferentes, pero todas encontraron su camino hasta las grandes ligas con esfuerzo, innovación e ingenio. ¿Hay un único camino al éxito en el mundo de la tecnología? No, y nadie puede decir que requieres o no requieres un alto grado académico, tampoco que tienes que nacer en un país con abundantes oportunidades o que debes comenzar siendo rico. De esto tal vez puedan contarte personas como Satya Nadella, Steve Jobs y Steve Wozniak, o Serguei Brin y Larry Page.

Our industry does not respect tradition – it only respects innovation.
Satya Nadella

Por: Jonathan Serrano Cuevas. Google+, TwitterSitio Web.

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