power point

“La gente que sabe de lo que está hablando no necesita PowerPoint”, Steve Jobs. Todos hemos pasado por lo mismo: Aún recuerdo las clases de administración en la universidad, a las 7:00 a.m, el profesor llegaba y apagaba las luces, afuera aún no se veían los primeros rayos de sol, el salón entraba en completa oscuridad y comenzaba a proyectar 40 minutos continuos de diapositivas, que más bien, parecía una página de Word divida en partes, con fondo y letras de colores. No recuerdo nada concreto del contenido de aquellas clases, solo a aquellos que abrazaban su mochila y se ponían a dormir. Y otros valientes que llegaban despiertos al final de la clase, le preguntaban al profesor ¿nos puede pasar el archivo?

No cabe duda que desde que nació Power Point en el lejano 1987, se cambió la forma en la que presentamos información en los negocios, en las escuelas, y tantos campos. A pesar de eso, estoy convencido, de que se ha desvirtuado la herramienta hasta abusar de ella.

Cada día, miles de presentaciones se llevan a cabo, y muchas se parecen a mis viejas clases de administración. Esto sucede tanto en las aulas, como en las mesas de negocios. El arte de la presentación está en manos de algunos pocos.

Walter Isaacson, en el libro biográfico de Steve Jobs, menciona que el emblemático genio practicaba cada que iba a realizar una presentación pública, que contaba la cantidad de pasos en el escenario y supervisaba cada detalle de la sincronización de sus palabras con las imágenes de fondo. No era casual esa magia detrás de las legendarias presentaciones de Steve Jobs, como los productos de Apple, las presentaciones parecían sencillas pero bajo ellas subyacía una gran sofisticación.

Las charlas que más recuerdo, no han usado diapositivas. Malcolm Gladwell, me mantiene emocionado con sus anécdotas, Simon Sinek con una pizarra y simple rotulador me explico su “Golden Circle”, Rosling con unas cajas de Ikea, me dio ilusiones sobre el futuro, y Ken Robinson con su ironía me inspira. Todos ellos sin la necesidad de diapositivas.

Existen hasta partidos, asociaciones, grupos que están en contra del Power Point y similares, como si ese fuese el problema. Y es que se les olvida que es solo una herramienta, y la culpa recae en aquellos que la han empleado mal. Es momento de darle la vuelta.

No existen reglas establecidas sobre el uso de las presentaciones, pero cada vez vemos más formatos, que van dándole forma, como los speed pitch, los elevator pitch, o los Pechakucha.

Estos últimos, en particular, tienen bien definido el tiempo y la cantidad de diapositivas, 20×20. 20 diapositivas con una duración de 20 segundos cada una, dando un total de 6 minutos 40 segundos (lo que significa que en 90 minutos podemos escuchar a 14 personas exponiendo sus negocios). La idea surgió en el 2003 de la mano de 2 arquitectos que radican en Tokio, Mark Dytham y Astrid Klein, quienes obtuvieron el nombre de la palabra japonesa “parloteo”.

La popularidad de los Pechakucha esta creciendo, es muy probable que en tu ciudad se haya desarrollado algún evento “pechakucha”, por lo que te recomiendo vayas preparando un pechakucha que bien puedes guardar en tu smartphone o tablet, nunca sabes cuándo vas a conocer a esa persona que será clave para tu negocio. Pero en el momento que esto ocurra, ya habrás ensayado tu speed pitch o tu pechakucha. Lo importante es ir puliendo la habilidad de presentar tu proyecto de manera breve, y clara.

No hay duda de que mi profesor de administración tenía muy buenas intenciones, y lo mismo puede suceder en los negocios, puede que una buena idea de negocios muera por el simple hecho de no haber sido bien planteada, y por lo tanto no entendida.

Solo pregúntate, ¿cada que explicó mi proyecto improviso mi discurso o tengo algo ya preparado?

Nos leemos pronto.

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