fortalezas

Zig Ziglar una vez comentó: “La honestidad y la integridad son, por mucho, los activos más importantes de un emprendedor”. Pero, es el primer activo el que parece va siendo más escaso mientras envejecemos. El decremento de honestidad, llamémoslo deshonestidad, no nace de la nada. La deshonestidad puede ser enseñada. ¿Cómo podemos asumir nuestras fortalezas? 

Al final de mi carrera universitaria vinieron a mi mente muchas ideas sobre cómo comportarme, qué decir y qué hacer en una entrevista de trabajo. Hay miles de consejos que puedes obtener de diversas opiniones pero algo que siempre he visto extraño es cuando te dicen: “Debes de convertir tus debilidades en fortalezas”.

Les dejaré un ejemplo: Durante la carrera profesional, muchos amigos – incluido yo – pensábamos que “saber trabajar bajo presión” era una fortaleza. Ahora me doy cuenta que, entre otras cosas, puede tratarse de una forma de maquillar el no saber administrar tiempos para trabajar. Cada vez que alguien recomienda esta actitud como fortaleza, pienso que se está aconsejando dar una respuesta deshonesta a una pregunta difícil, sea en una entrevista de trabajo o en cualquier situación. Este tipo de mentalidad puede afectar a cualquier persona y a ti como emprendedor.

Querer disfrazar tus debilidades en fortalezas solo indica que no eres totalmente honesto contigo mismo, y que tampoco soportas mucho la autocrítica, por ende, la crítica. Esto es catastrófico para un emprendedor, ya que uno de los más grandes peligros cuando formas tu empresa es no darte cuenta cuando las cosas o estrategias que estás realizando simplemente no funcionan.

El desarrollo de una empresa es, a veces, un proceso de prueba y error tratando de buscar lo que funciona y lo que no. Y si no soportas la idea de que tu empresa o idea de negocio tiene debilidades, no podrás avanzar.

En un lado más personal, el hecho de no aceptar y ser sincero con tus debilidades te hace más débil en general. Esto es porque, en vez de concentrarte en tus fortalezas, desperdicias tiempo y energía cubriendo tus debilidades. Y entonces se vuelve contraproducente. Como emprendedor debes jugar y atacar con tus fortalezas: eso es lo que nos ayuda a seguir en el camino y no desalentarnos.

Durante mis años universitarios la gente me repetía mucho que debía de ser menos tímido y hacer cosas para quitarme esa timidez; lo intenté y fracasé. Fue el momento en que «me puse las pilas» en las habilidades en las que realmente era fuerte que empecé a ver una diferencia. Empecé a dejar de ser tan tímido, porque mis fortalezas ya más desarrolladas me daban la confianza para no serlo. Y es en ese momento cuando empezó a cambiar todo en mi negocio.

Yo me enorgullezco de haber crecido siendo tímido (y todavía serlo): la considero una debilidad y no trato de esconderla. Porque eso me hizo quien soy ahora. ¿Cómo? Fácil: el día que me di cuenta y acepté lo débil que era, es cuando empecé a crecer.

Imagen de Sergey Niven´s en shutterstock

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