A lo largo de la historia de la humanidad han destacado personas extraordinariamente creativas, que con sus ideas han dejado una huella en la historia y transformado la manera en la que hacemos las cosas, al grado que nos hacen pensar si hay algo diferente en ellos, tal vez un gen emprendedor que simplemente decidió saltarnos.

¿Realmente emprender es cuestión de genética o será que ellos encontraron la tan codiciada receta para el éxito? Ciertamente emprender es diferente a nacer con una voz privilegiada o con ojos claros, ser un emprendedor social consiste en abrir los ojos, analizar el  entorno, identificar una necesidad apremiante de la sociedad y generar una solución innovadora.

La maravilla de los proyectos sociales reside en eso, la empatía y la preocupación por el otro, la conciencia de que los problemas de una comunidad no son exclusivos de ella, son de todos nosotros.

Innumerables sociedades civiles, asociaciones y empresas trabajan para identificar e invertir en extraordinarios individuos que han demostrado con sus ideas y con su trabajo que es posible lograr cambios que transformen nuestra sociedad. Una de esas asociaciones es Ashoka, que desde su fundación en 1980 se ha dedicado a apoyar a líderes agentes de cambio de alto impacto, brindándoles recursos económicos y soporte profesional.

Susan Pick, fundadora de IMIFAP, reconoce que desde el 2009, año en que comenzó a formar parte de la red de emprendedores sociales Ashoka, ha entrado en contacto con otros emprendedores sociales que le han ayudado no solo a aprender más sobre la lucha contra la pobreza, sino que también ha encontrado la manera de hacer llegar su idea a más oídos deseosos de ayudar.

RITA, la organización social presidida por Cecilio Solís Librado, es otro ejemplo de cómo los sectores considerados vulnerables, en este caso los indígenas, no necesitan de actos filantrópicos para sobrevivir, sino que cuentan con la capacidad de ofrecer un servicio de gran calidad y sobretodo autosustentable.

Solís no cree que exista un manual de instrucciones ni mucho menos una receta para convertirse en emprendedor, pero asegura que es la convicción de que se es capaz de mejorar las situaciones que nos preocupan, lo que impulsa a  emprender y entregarse en cuerpo, pensamiento y alma en un compromiso no pronunciado con los otros.

Sin embargo, ellos no son los únicos, cada año Ashoka México y Centroamérica se lanza a la búsqueda de nuevos  proyectos sociales que sean innovadores, con alto impacto social y que promuevan un cambio sistémico. Por ejemplo, en la  edición de este año se eligieron 10 nuevos emprendedores, cuyos proyectos abarcan: educación, justicia, salud, derechos humanos, desarrollo económico, participación ciudadana, transparencia y medio ambiente, ideas que lograron convertirlos en los representantes del cambio en la región.

De la mano de  los emprendedores sociales seremos capaces de entender que más allá de la genética, el único impedimento para no ser un agente de cambio es dudar del potencial que cada uno de nosotros tiene.

 Cynthia Santiago – voluntaria de Ashoka

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