¿Qué mejor ideal de liderazgo que el de compartir una visión en conjunto del futuro que se planea para la organización? Si bien, se cree que al formular una visión a futuro de una empresa, todos los miembros de la misma estarían comprometidos con la misma, lo cual conllevaría a que todos vivieran su día a día con el afán de lograr esa misión.

Es imposible pensar que las grandes empresas hayan logrado esa calidad de grandeza sin metas, valores, visiones y misiones que sean profundamente compartidas por todos los miembros de la organización. Todas las organizaciones deben tener una identidad en común que logre unir a los miembros de la empresa en torno a una identidad y una aspiración en común.

Cuando sólo hay una visión genuina (no confundir con una “formulación de visión) aprende y sobresale porque así lo desea, no porque alguien en específico se lo ordene sino porque así lo desea. La mayoría de los líderes cuentan con una visión personal la cual nunca logran traducir en visiones compartidas y estimulantes hacia todos los miembros. Frecuentemente la visión compartida gira en torno al carisma o imposición del líder, o de una crisis que afecta a todos temporalmente; sin embargo por lo general los miembros prefieren perseguir una meta elevada que sólo cumplir metas o una visión generada de un momento de crisis.

Se denota la falta de una disciplina para traducir esa visión individual en una visión compartida; no se trata de un recetario, sino un conjunto de principios y prácticas que les rigen.

La práctica de una visión compartida supone aptitudes para configurar “visiones del futuro” compartidas que propicien un compromiso genuino y no simplemente seguir reglas. Al dominar esta disciplina, los líderes aprenderán que el imponer una visión no funcionará; tiene que ser generada por el grupo.

Fuente: La quinta disciplina – Peter Senge

@ceciliaeinstein

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